Todos hemos tenido a alguien que nos hizo sentir que tres días más a su lado eran todo lo que necesitaríamos, que el mundo giraba únicamente en torno a su mirada, como si fuera el centro del universo.
Cada una de estas poesías es un pedazo de mi corazón que dejé olvidado en algún vagón, esperando que, al leerlas, sientas que cada letra es una estación distinta: un amor, un recuerdo, o tal vez solo gritos desesperados que siguen corriendo por mis venas. Y qué extraño es que mi cuerpo aún no haya colapsado, sin un choque hipovolémico, por la adrenalina que recorría mi ser el día que le conocí.
Hoy se cumplen seis años desde la última vez que supe de ti.
La última vez que escuché tu nombre fue en otoño y, para cuando llegó la primavera, ya no estabas. Qué jodido fue atravesar el invierno y el verano sin ti.
Aún puedo sentir tus huellas dactilares marcadas en mi espalda, como si cada roce hubiera hecho temblar mi sístole y diástole, a punto de colapsar bajo el peso de lo que una vez fuimos.
No sé dónde estás, pero aún guardo la esperanza de coincidir contigo de nuevo, de volver a sentirte, de saber que no te perdí del todo.