Ahí estaba frente a el, imponente, majestuoso, increíble. Por un momento creyó que quizás estaba alucinando, tal vez se había quedado dormido mientras leía ese libro mitológico desgastado que le había regalado Hyungwon y en consecuencia estaba teniendo un sueño lúcido. Pero no, la criatura era real y magnífica, el esplendor que irradiaba amenazaba con dejarlo cegado. Lentamente acercó la mano al rostro del dragón que a su vez soltaba resoplidos humeantes. -Eres hermoso.- susurró. Aún no podía creer lo que veía, con su mano reposando sobre las escamas observó el parpadeo disparejo de la criatura antes de que esta cerrara los ojos disfrutando del tacto.