Tengo una teoría de la que estoy plenamente convencida: el mar cura. Cura heridas superficiales, como esas que nos hacemos de niños cuando nos caemos en el parque, pero también aquellas que duelen dentro cuando ya no somos tan pequeños. El mar sana, desinfecta, cuida y protege. El mar es terapia y medicina. Pobres aquellos que no lo tienen cerca.
Yo siempre recurría al mar cuando tenía el mínimo problema; por eso, cuando tuve que irme de Valencia a cerrar un contrato, di gracias porque mi país de destino tuviera mar. Sin embargo, lo que me esperaba allí, o más bien, quien me esperaba allí, iba a destruir mis teorías y anular el efecto curativo del océano. En Australia sucedía todo. En Australia sucedía Pablo.
Asher pensaba que tenía una vida perfecta. Era el mejor en su equipo de hockey, tenía las mejores notas en la universidad y un grupo de amigos que parecían serle fiel.
Pero cuando conoce a Skye, la hermana de uno de sus mejores amigos cree que la chica está loca. Tiene una actitud tan dura que es difícil de romper y suele irritarlo todo el tiempo desde que se ha mudado a vivir con su hermano y él.
Y cuando los chicos del equipo le proponen que no conseguiría conquistar a alguien como Skye, lo ve como un reto que está dispuesto a jugar, una apuesta para conquistar el corazón de alguien como Skye es suficiente para que Asher acepte, pues es demasiado competitivo y no está dispuesto a perder su puesto en el equipo de hockey y pasarse el resto del año en la banca como le han apostado.
Sin embargo, a medida que conoce a Skye, Asher se da cuenta que la chica es todo lo contrario a lo que le ha tratado de demostrar, conquistarla no parece tan complicado como pensaba y el corazón de ella no parece ser el único en juego.