Tengo una teoría de la que estoy plenamente convencida: el mar cura. Cura heridas superficiales, como esas que nos hacemos de niños cuando nos caemos en el parque, pero también aquellas que duelen dentro cuando ya no somos tan pequeños. El mar sana, desinfecta, cuida y protege. El mar es terapia y medicina. Pobres aquellos que no lo tienen cerca. Yo siempre recurría al mar cuando tenía el mínimo problema; por eso, cuando tuve que irme de Valencia a cerrar un contrato, di gracias porque mi país de destino tuviera mar. Sin embargo, lo que me esperaba allí, o más bien, quien me esperaba allí, iba a destruir mis teorías y anular el efecto curativo del océano. En Australia sucedía todo. En Australia sucedía Pablo.