La Guardiana del Vínculo Verde
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En lo más profundo del Bosque de Elhyra, donde la luz del sol baila entre hojas milenarias y los ríos cantan en lenguas antiguas, vivía una joven de ojos verdes como la primavera: Aelira, la Guardiana del Vínculo Verde.
Desde su nacimiento, la tierra florecía a su paso. Su cabello castaño brillaba con el sol, y su voz tenía el poder de calmar tormentas. Portaba un bastón de madera viva, con una piedra esmeralda que latía como un corazón. A su lado, siempre estaba Kaen, un lobo blanco con ojos dorados y alma inmortal.
Aelira no era una reina ni una hechicera común: ella era el lazo entre la naturaleza y el espíritu del mundo. Una marca viva en su piel, brillante como la luna entre ramas, señalaba su destino. La llamaban en sueños los árboles antiguos, y las criaturas del bosque la seguían como a una madre y protectora.
Una noche, el cielo se oscureció con una sombra que no venía del sol ni de la luna. Desde más allá de los montes, surgió un fuego negro que quemaba sin calor, consumiendo bosques enteros. Era el Vacío Marchito, un ser nacido del olvido y la codicia de los hombres. Aelira sabía que no podía enfrentarlo con armas ni ejércitos.
En el claro más profundo, rodeada por los viejos espíritus del bosque, invocó el poder antiguo. Símbolos brillantes giraron en el aire, su corona de flores se transformó en un halo viviente, y el bastón en su mano floreció con luz pura. Con un gesto, hizo que el bosque despertara: raíces gigantes brotaron, árboles caminaron, y la propia tierra se alzó para luchar.
La batalla fue silenciosa y mágica, donde cada latido suyo era una ola de vida que barría la sombra. Al final, el Vacío fue sellado bajo la montaña, y Aelira, agotada, se convirtió en parte del bosque mismo. Se dice que en primavera, cuando florecen las flores más extrañas y canta el agua como si hablara, es porque Aelira ha abierto los ojos de nuevo, velando por la armonía del mundo