Yo he amado. Con intensidad y a mí manera; con mis limitados años y en las sombras que me tocaron. He tenido que tragarme sentimientos por no saber nombrarlos, por temerle a mi honestidad, por qué no parecía ser el momento. Me he llenado de amor, de miedo; me he formado entre el sufrimiento y el silencio. Y no, aunque no todo es malo, mi verdad no está al aire. Por la vida y mis decisiones, mis amores se han llevado entre paredes, ocultas de la luz. Por ende, con mucho silencio. La única manera que tuve de subsistir en años de dieta emocional fue vomitar mis marañas mentales en letras. Y tinta. Y papel. Cargo con un cuaderno a todos lados, por qué en él está mi alma. Ahí habitan las historias que, incluso quienes participaron, desconocen. De a ratos olvido lo que ahí está guardado, evito leerlo, le huyo, débil para enfrentarme a mí misma. Después de meses de terapia -créanme que quisiera decir años- me siento lista de soltar la carga. No puedo volver a las ruinas de mi pasado, porque mucho ya no existe, porque muchos se han ido. Pero quiero demostrar que siento, y cuánto lo hago, y cómo lo hago. Quiero que el mundo me sienta entera, cargada de emociones, de ideas, sueños e ilusiones. Sólo quiero decir que estoy aquí. Haciendo la paz con el pasado, un poema a la vez.
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