No me sorprendió ver una espada apoyada en la pared del comedor. Mis ojos se iluminaron con un brillo fugaz bajo la tenue luz del atardecer, que se filtraba entre las cortinas blancas. Cuando rocé el mango del arma mi visión emitió un ligero destello de emoción. La desenvainé. Toques dorados sobre una hoja oscura. Estaba afilada. Me la coloqué en la cintura, y noté como su peso me daba seguridad. Salí de nuevo. Sonreí, solo la noche sería testigo de aquella nueva idea, que siempre había estado ahí, como una espinita clavada, pero hoy me había cansado del miedo. Quizá era cierto. Quizá fuera joven e impulsivo. Estaba dolido, harto y decidido. Y yo forjaría mi propia historia. . Créditos de la ilustración de la portada a @lessonata en Twitter
16 parts