Mi espalda se recostaba en la aspereza de un árbol, en la corteza de un ser gigante que sostiene mi espalda adolorida por el peso cargado de mi propio egoísmo. Como si de alguna manera los dedos de mis manos se convirtieran en flores de campos que se abren con la brisa de un alivio. Un alivio escondido en el cesped de un lugar vivo o quizas en el lago donde aves salvajes buscaban comida e inclusive en las ramas de arboles que abrazan las colinas y acarician el cielo. Pensamientos de un joven amante son los recuerdos y vivencias de alguien enamorado de si mismo, enamorado de la misma tierra que pisa enamorado de los demás.
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