Óplo nunca había andado por la vida sin llevar unas cadenas. Cadenas que le apresan, no importa qué o a dónde vaya, siempre estaban atadas a su cuerpo aún que no se puedan ver. Por primera vez, el destino se había compadecido de su alma, ofreciéndole la oportunidad de deshacerse de todos los pecados que lleva por detrás, de eliminarlos de su mente, de soltarse de lo que le apresa y, finalmente, de descubrir lo que ser amado, lo que el amor, y lo que sentir cariño significa. Pero, ¿acaso aquellas personas que lo encadenaron le dejarían ir sin consecuencias?
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