Su destino se pone en marcha después de salvarle.
Lucien es un niño que ha corrido con la peor de las suertes. Desde joven, se ve obligado a convertirse en ladrón para proveer a su hogar. Su padre es un bueno para nada que pasa la mayor parte de sus días ahogando sus penas en alcohol en alguna cantina de mala muerte. Su moribunda madre, en cambio, se esfuerza por sobrevivir el día a día tras la terrible enfermedad que le invadió después de dar a luz a Lucien.
Tras la pérdida de su madre, Lucien crece en las calles de Bulgariam, dedicándose a lo que hace mejor. A sus trece años, pescando a las orillas de un cenagal oculto, es testigo de cómo el Tribunal del Santo Oficio trata de obtener la confesión de una niña a la que se le acusa de brujería. Al verla al borde de la muerte, se lanza en su búsqueda y rescata a la infante de ahogarse. Es incluso más joven que él, pero el muchacho ya tiene problemas propios con los que lidiar como para agregarle la crianza de una pequeña. Sin mirar atrás, la abandona una vez se ha cerciorado de que se encuentra bien, y él desaparece de su vida.
Durante 16 años, este recuerdo le ha atormentado en demasía. Pero hay ocasiones en las que el destino actúa por sí mismo, y los lazos que teje por diversión son inquebrantables. Eventualmente, ambas partes del lazo se reúnen. Lucien está a punto de descubrir qué quizás, no haberse cruzado en el camino de esa niña habría sido lo mejor para él.