Sí, esa soy yo, la chica de allá, la de cabello negro rizado y con anteojos, una chica promedio, que tiene amigos normales y ñoños, a la que le encanta el chico más guapo de la escuela y que se muere porque le haga caso.
Me siento al frente de la clase; no me gusta estar atrás, solo los “populares” pueden hacerlo, y por si no queda claro, yo no soy una de ellos. Cada instante que pueden me molestan, me avientan papelitos, chicles; no sé porque lo hacen, creo que soy un imán de bullying.
La verdad es que nunca me han pasado cosas interesantes, una vida súper aburrida; ni un primer beso, ni un novio, ni una cita, creo que necesito una limpia, ¡no le agrado a nadie!, bueno a excepción
de aquellas locas de allá; mis dos mejores amigas, Andy y Joana; mis únicos dos amigas desde que tengo memoria.
Era un lunes 2 de diciembre, llegue a la escuela puntual, presenté un par de exámenes ya que era la semana final del semestre, termine antes que todos, y con la calificación más alta; lo sé, lo sé, soy un
poco ñoña.
Al salir de la escuela, fui al bosque cercano a caminar. Caminé, caminé y caminé, y caí rendida bajo un roble de hojas color dorado por el final del otoño, creo que me quede dormida lo suficiente porque
cuando reaccioné ya estaba bajando el sol. Regresé a casa a cenar, mi mamá se molestó mucho porque no avise donde estaba y por no contestar el teléfono, así que después de cenar, me envió a mi habitación castigada.