Ella era cómo un pez fuera del agua. El sistema se lo había arrebatado todo: su casa, su familia, sus amigos, su novio... Todo había cambiado aquel día que, voluntariamente, decidió presentarse a un programa de experimentación sana. En un principió todo era sano, y además estaba recibiendo una remuneración por ello. Todo era sano hasta que se miró al espejo, y vió en el monstruo en el que se había convertido.
Nadie podía culparla. Al fin y al cabo, el ratón va a la trampa voluntariamente, pero no es precisamente dueño de su destino.
Ahora estaba en aquella jaula, ''Pobre garza enjaulada dentro de la jaula nacida, ¿qué sabe ella si hay más vida, ni más aire en el que volar?''. Aunque aquello no era precisamente una jaula, se le asemejaba bastante. Y ella sin embargo, sí que sabía que había fuera de aquellas blancas y acolchadas paredes.
2087 era su número de ''voluntaria''. Voluntaria solo fue los primeros 8 días. Después, pasó a ser una presa.
Pero se les había olvidado algo fundamental. ¿Quién era ella?
El pueblo de Wilson es tranquilo, regido por sus costumbres y creencias religiosas muy estrictas, donde Leigh ha crecido, siguiendo cada regla y pauta como se le ha indicado. Un pueblo donde no se recibe con mucha gracia a los recién llegados así que cuando Los Steins se mudan a su lado, Leigh no puede evitar sentir curiosidad.
Los Steins son adinerados, misteriosos y muy elegantes. Lucen como el retrato perfecto de una familia, pero ¿Lo son? ¿Qué se esconde detrás de tanta perfección? Y cuando la muerte comienza a merodear el pueblo, todos no pueden evitar preguntarse si tiene algo que ver con los nuevos miembros de la comunidad.
Leigh es la única que puede indagar para descubrir la verdad, ella es la única que puede acercarse al hijo mayor de la familia, el infame, arrogante, y frío Heist.