El dolor recorría desde su pierna hasta su cadera y su columna dorsal, era insoportable pero aún así se mantenía fuerte. A rastras llegó a una pequeña cabaña en donde entró a ocultarse, la sangre no paraba de brotar a chorros de la herida de bala que había recibido. Su cuerpo reclamaba descanso y piedad. Afuera el sonido de las armas disparar se hacía cada vez menor hasta que cesó. Entonces se escuchó cargar una escopeta justo enfrente del soldado herido.