Kathia
Reconocí la letra al mismo tiempo en que le sentía tras de mí.
Mírame. Estoy aquí.
Me di la vuelta ansiosa por verle.
Cristianno esperaba entre las sombras de un rincón alejado de la entrada al cenador, enloquecedoramente atractivo. Con el gesto cabizbajo, intensificando el bellísimo resplandor de sus ojos y vigorizando su figura.
Contuve el aliento, sintiendo la urgencia de besarle allí mismo y enmendar los errores que cometí aquella mañana. Pero solo fui capaz de llevarme una mano a la boca y olvidar el control sobre una lágrima que resbaló por mi mejilla.
-¿Cómo has sabido que vendría aquí? -pregunté sin apenas voz, más concentrada en él que en la posibilidad de que le descubrieran.
-Te he seguido -resolló.
Fue entonces cuando me di cuenta que estaba caminando hacia él sin voluntad sobre mí misma, atraída completamente por la incuestionable seducción que desprendía.
-¿Cuándo tiempo llevas aquí? -jadeé.
Cristianno entrecerró los ojos y torció el gesto lentamente.
-He llegado a tiempo de ver como Valentino te besaba -aludió, ignorando que me dejaría desolada. Tanto que no pude seguir manteniendo su mirada.
Agaché la cabeza, tocándome las manos con nerviosismo y buscando desesperadamente una forma de demostrarle todo lo que se paseaba por mi mente. Él merecía una explicación, ambos necesitábamos que yo le contara lo que sentía. Eso era lo que me había pedido en el probador y lo que yo no supe darle.
-Cristianno, yo... nada de esto... -tartamudeé cabizbaja.
-Cállate... -gimió colocando un dedo sobre mis labios. Me estremeció el contacto y él supo reconocer que era porque acaba de tocarme-. No hace falta que digas nada.
Se acercó a mi boca, creando un suspense terriblemente excitante que me hizo cerrar los ojos un instante. No debería haberme impresionado tanto, porque Cristianno solía ser así de provocativo, pero había algo más tras aquellos gestos. Lo noté en el calor que desprendía.