Las horas pasaban, la cena estaba fría, pero Derek seguía sin dar señales de vida, ni responder a las persistentes llamadas de Venus, su mujer. Eran una pareja de recién casados, muy jóvenes, pero locamente enamorados. Venus tenía 24 años. Rubia de ojos verdes y sonrisa perfecta; blanca y brillante. Al contrario, Derek era moreno de ojos marrones grisáceos y profundos. Se conocían desde pequeños y, como ya saben, el roce hace el cariño, y de la amistad al amor hay un paso...
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