Mi vida iba todo tranquila hasta que llegaste a entrometerte. No era vista por nadie hasta que empezaste a hablarme. No me metía en problemas hasta que comenzaste a acercarte. Todo había cambiado de repente desde esa primera interacción que tuvimos, pero todos los cambios no eran tan malos como parecen. No había disfrutado de mi adolescencia hasta que empezaste a juntarte conmigo. No había sentido tanta alegría como cuando disfruto todas tus ocurrencias. No había amado a un hombre que no fuese de mi familia hasta que tú fuiste el culpable de aumentar el ritmo de mis latidos cuando estás cerca. No me había enamorado de nadie hasta que tú lograste entrar a mi corazón. ¿Debería sentirme aterrada por eso?