Según un diccionario humano, que algo sea invisible significa "que no puede ser visto". Pero eso no quiere decir que no sea importante, o pase desapercibido. El viento es invisible, pero si le preguntas a alguna víctima de un tornado seguramente te va a hablar con congoja de sus efectos. Las ondas del WiFi son invisibles, pero sin ellas no estarías leyendo hoy esto. Para muchos Eudamón también es invisible, pero yo lo crucé, estuve, estoy y estaré dando vueltas en el tiempo sin tiempo, y gracias a eso puedo hoy contarles esta historia. Y el amor también puede ser invisible, pero para los protagonistas de este relato esa definición tomará otras dimensiones y los llevará a mirarse el uno al otro, y, por qué no, a ellos mismos. Acompáñenme al otro plano por un rato, rompamos varias leyes número uno y metamos las narices en donde no nos corresponde para revelar un secreto que, hasta hoy, permaneció invisible.
PRIMER Y SEGUNDO LIBRO
[Primer y segundo libro ¡publicados en papel! Esta es solamente la primera versión de ambas historias]
Para Jenna Brown, su primer año en la Universidad suponía alejarse de su familia y sus amigos y enfrentarse al mundo por primera vez en su vida.
Su novio le había dejado claras sus intenciones: a partir de ese momento, tenían una relación a distancia y abierta. Ambos podían hacer lo que quisieran porque sabían que se querían el uno al otro.
Así que no pasaba nada si no dejaba de acercarse al mejor amigo del novio de su compañera de habitación, ¿no?
De todos modos, ¿qué importaba si estaba con él en ausencia de su novio? Todo volvería a la normalidad en diciembre. ¿Cambiaría algo?
Tenía hasta entonces para descubrirlo.