La vida en la granja sería fácil. Eso le habían dicho, y si ignoraba los comentarios sobre ella y las burlas poco disimuladas, podría ser una buena estadía. Normal, lejos de la vida que dejaba atrás. Un nuevo inicio.
Podría ser fácil, pero no lo fue.
Iniciar de nuevo nunca sería fácil. Pero ahí estaba ella, parada frente a la playa con un carta arrugada entre sus manos y los ojos tan hinchados por llorar que, ahora aparte de no poder escuchar y hablar, tampoco podría ver.
Sus traumas, sus chistes.