Lancé un vistazo a los cielos, y ahí desde lejos oscuros plumajes cayeron del vuelo en plena noche. Los Bridas chamanes señalaron el camino; escuché entre bosques tu voz que decía: «♪Escuchen mi hijos que hecho están mis cantares♪». Seguimos aquella voz con el rastro de sus plumas, fuí testigo de ver a aquella: Piramantis, postrada sobre rosas marchitas, en círculos rodeada de polillas, espalda con sus alas recortadas, de nimbo la luna ilustrada. «Madre, enséñame a amar» recé antes del alba, y entre risas los Bridas bailaban y la Dama cantó a los oídos con placer. Juntos formamos poesía y contamos estrellas y de las coplas ha nacido una nueva ortodoxia en nuestra tribu. Sobre pieles secas y rocas talladas, Chamanes plasmamos nuestro nuevo y legítimo saber, de usted, emanado de su voz, la Calma, La Luna, y el sonido del Agua, somos uno contigo y con el brillo del sol, somos uno con el tiempo y con el Hijo del Destino, Pues de nosotros fuimos testigos, pues fuimos quienes vimos aquél bulto que se hacía sobre tu vientre, fuimos testigos de tu prestada belleza, fuimos testigos de como los Bridas (predilectos ante los ojos de los Nuones) se nos confesó un secreto que desvela entre versos la verdad de los orígenes. «Madre Acompáñame hasta el fin de mis días y Cúbreme con tu Luz» Rezamos a la hora de partir «Porque he aquí, en nuestras manos, la piedra angular de nuestro sagrado testimonio. Naciendo de auténtica voz los cantares del Bridaísmo.»
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