Desde que Kisaki se fue, Shuji dejó de ver el mundo en colores. Solo quedan el blanco y negro, la ausencia de luz, el eco de una risa que nunca vuelve. Cada día es una rutina vacía: caminar por calles grises, ignorar miradas temerosas y, al final, sentarse frente a una lápida que le recuerda lo que perdió. Habla con él como si aún estuviera allí. Le cuenta su día, sus errores, sus pensamientos más oscuros. Pero Kisaki no responde. Nunca lo hace. A veces Shuji se pregunta si, cuando llegue su turno, realmente lo estará esperando... o si lo condenó a una soledad eterna.All Rights Reserved
1 part