Draco no entiende por qué Potter insiste en acercársele cuando no se han hablado en años; cuando Draco, ahora, ya no es nadie, tras la guerra y las numerosas barridas del Ministerio, que confiscaron casi cada ápice de la vieja fortuna de los Malfoy y dejaron solo escarnio y desprecio tras de sí.
Potter es el Héroe del Mundo Mágico y, además, nunca se han llevado bien. Siempre han representado polos opuestos en cualquier situación: el Slytherin y el Gryffindor; el niño con una infancia miserable y el mimado; el bando ganador, defensor de los débiles, y el bando perdedor, lleno de corruptos, pero también de gente asustada y bajo amenazas que no veía otra salida más que luchar para que su familia sobreviviera un día más cuando huir suponía la muerte certera.
El chico de oro, perfecto y de buen corazón, y el chico podrido en oro, malditamente imperfecto y con un legado de corrupción en la sangre y en el corazón.
Así que, ¿por qué Potter insiste en hablar con él? ¿En tener su dirección para escribirle? ¿En quedar con él?
¿Y por qué esos traicioneros sentimientos que Draco creía enterrados tanto tiempo atrás vuelven a resurgir con tanta fuerza cada vez que lo mira?
Un Drarry lento, maduro, en el que se reflexiona sobre los prejuicios, la homofobia internalizada, las consecuencias de la guerra, etc.