EPÍLOGO :
Mi mirada se perdía con cada segundo que transcurría, mi mente máquina intentando hallar el modo del que la persona a quien amo, no sienta hambre.
Pero... Siempre queda en blanco.
No tenía nada disponible en mano, ni un trabajo estable.
El hambre comienza a aumentar, el molesto dolor en mi estómago al que todavía me cuesta acostumbrarme, me impide pensar. Este olor repulsivo de las bolsas a mi alrededor revuelven mi estómago.
Estoy cansado, débil, con una pizca de fuerza para mantenerme en mi lugar, sentado en una esquina de un oscuro callejón.
El dolor de cabeza es intenso, pero ya no lo siento como algo nuevo.
Un largo suspiro salió de mis labios, estresado por todo esto.
Me estaba cansando.
Al final de cuentas, ¿qué habrá para mí después de esto? ¿Habrá un después?
Aquellas preguntas pasaban por mi cabeza. Pero, la que era más repetitiva y la que más resonaba, la que me causaba una duda que apretaba mi pecho y enredaba mi garganta con un nudo de dolor y dudas...
¿Será que tendré esperanza?