Quizá la actuación de las rimas será escasa,
no he de forzar que mis pensamientos luzcan como villancicos,
estos han de moverse a su propio ritmo,
en una melodía compartida por telepatía.
He de citar lo espléndido del planeta,
¡Oh, Flora, nos has regalado la belleza misma!
La belleza que, de no ser por la vista,
no podría ser expresada con palabras.
Y cada pétalo, pequeños fragmentos que conforman una flor,
efímero, desprendiéndose de ella con facilidad,
cayendo en el suelo de una primavera marchita,
en el crepúsculo de un junio longevo.
Han de desprender mis emociones,
ajenas a mi alma taciturna,
sentimientos que me acogen,
con cálido y sublime gozo.