Las noches en Lancaster, Pensilvania, se habían convertido en un verdadero silencio sepulcral, costaba ver carruajes transitar a altas horas, cuando antes sucedía con frecuencia. Todo había cambiado desde aquella noche cuando el reloj marcaba las últimas horas del día 20 de agosto de 1895, ocurrió lo inesperado; un hombre entró corriendo al salón pegando gritos sujetando su cuello, el hombre se desplomó en medio de la alfombra. El alcalde tuvo compasión y se animó a acercarse, estaba muerto, lo único y llamativo eran dos agujeros profundos en su yugular. No quería infundirle terror a su pueblo, entre todas las partes involucradas se pusieron de acuerdo para dar una única versión; dirían que fue una mordedura de algún animal. Sostuvieron por mucho tiempo esa misma versión, más no contaban que algunos dieran una versión diferente; hombres mordiendo a otros con colmillos similares a un depredador y con ojos rojos como la sangre. A las autoridades locales, así como a la misma Iglesia, no les quedó remedio que aceptarlo, era un caso sobrenatural. Con el paso de los días, aquellos espeluznantes hombres se veían empezado a combatir gracias a la ayuda de un solo hombre, un extranjero cuyo nombre era Abraham Van Helsing.
Y, ahí estaba ella, viajando de noche, desafiándolo todo con tal de irse hacia cualquier lugar lejos del amor de su vida, su mejor amiga. Tenía lágrimas en sus ojos, sentía asco de sí misma por haber cometido aquellos que era la peor traición hacia una amiga, ¿cómo iba a poder verla a los ojos? Tocaba la pequeña medalla que colgaba en su cuello, suspiró dándose por vencida, recostó su cabeza al pequeño cristal de la ventaja y miró hacia el esterior, mantenía fija su vista en algún punto, comenzó a llover con fuerza, todo estaba oscuro y algunos relámpagos alumbraban el camino, entonces lo vio, una figura de un hombre cuya piel era más blanca que la nieve, sus ojos eran rojos y sus dientes habían sido sustituidos
El hambre era una constante en la vida de Theo Whitaker. No era como el hambre humana, la que se calmaba con un plato caliente o un refrigerio apresurado. Era más profunda, más oscura, como un agujero que nunca se llenaba del todo. Podía controlarla durante días, semanas incluso, pero siempre regresaba, exigiendo ser saciada.
Había aprendido a convivir con ella gracias a su madre, que lo había protegido y cubierto cada vez que su autocontrol fallaba. Pero ahora, en Forks, todo era distinto. Había algo en ese lugar que hacía que el hambre se agitara de una manera diferente, como si lo estuviera llamando, desafiándolo.
No era la lluvia constante ni los espesos bosques que bordeaban el pueblo. Era él.
Jasper Hale.
Había algo en el chico pálido y de ojos dorados que lo inquietaba, que lo desafiaba. Theo lo sintió desde la primera vez que lo vio en los pasillos de la escuela. Jasper no era como los demás. No se apartaba ni bajaba la mirada. Al contrario, lo observaba, como si supiera algo que Theo no sabía, como si entendiera lo que Theo era.
Y quizás lo hacía.
Porque Theo no era el único que tenía hambre. Había algo en Jasper que resonaba con su propia oscuridad, un eco de la misma lucha, del mismo monstruo.
Tal vez era eso lo que los atraía el uno al otro. O tal vez era el comienzo de algo que ambos no podían controlar, algo que los consumiría antes de que pudieran comprenderlo del todo.
Porque en Forks, bajo la lluvia interminable, el hambre nunca desaparece del todo. Y a veces, los más peligrosos no son los que la evitan, sino los que la comparten.
Twilight| crepúsculo ° saga/películas.
Jasper Hale ° x oc masculino.