Arriba de la mesa ves una foto. Con cuidado la tomas, sus orillas están amarillas por el paso de los años, los bordes perdiendo nitidez por todas las veces que fue tomada y observada sin cuidado.
Miras, un derrumbe, un incendio, un desastre natural, no puedes saber con claridad cuál pudo ser, edificios en llamas, autos destruidos y allí, en el centro de todo, dos jóvenes muchachos de rostro ensombrecidos.
A la derecha, un chico bajito, ropa elegante, quizás de una familia adinerada. Parece mirar a la cámara sin comprender por qué esta ahí. A la izquierda, una figura más alta fue recortada de la imagen, como si borrarla de la foto hiciera que los amargos recuerdos desaparecieran.
Das vuelta la foto.
Te encuentras con una letra grande y apresurada que reza "El día que conocí a Chuuya". Más abajo, mucho más pequeño y recatado, como si fuera un secreto o una revelación sorprendente, dice
"El mejor día de mi vida."
Agarras el encendedor de tu bolsillo. Prendes fuego a la foto.
Cuando las cenizas empiezan a acumularse a tus pies, dejas la habitación.
No cierras con llave.