Blaine pasó gran parte de sus (hasta entonces) 22 años evadiendo sus propias emociones y tratando de huir de lo inevitable: de sentir. Se refugió en fiestas y actividades triviales, sin profundizar en ningún aspecto de su vida. Pero un día, gracias al destino (y a una de sus profesoras), deberá toparse con Melina, quien, por accidente, rompe sus esquemas y le hace replantearse que, quizá, hasta ahora fue el chico malo del que nadie debía enamorarse, y que, para acercarse a ella, deberá bajar sus propias barreras. El problema es que lo logre.