Iván Yakovlevitch, por razones de decencia, se puso la chaqueta sobre la camisa y, habiendo tomado asiento, echó sal, preparó dos cabezas de cebolla, tomó el cuchillo y, después de hacer una mueca significativa, se dispuso a cortar el pan. Una vez que lo hubo partido, miró al centro y percibió algo extraño que brillaba. Iván Yakovlevitch limpió cuidadosamente el objeto y luego lo examinó.
-¡Está duro!-se dijo. ¿Qué diablos podrá ser?
Frotó el objeto hasta borrar las últimas adherencias de miga, y entonces se quedó helado: ¡Una nariz! Sus dedos se separaron y el objeto-es decir, la nariz-cayó entre las cabezas de cebolla.
Nikolai Gogol, "La nariz"