"A pesar de ser extremos opuestos, siempre iban al lado contrario".
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Law había sido un médico cirujano de renombre, conocido y admirado en el ámbito médico. Su presencia era inconfundible; su físico imponente, su voz profunda, todo en él capturaba la atención de quienes lo rodeaban.
Por otro lado, Luffy era un chico carismático y amable, pero había sufrido pérdidas que anhelaba no volver a experimentar.
Ambos eran tan diferentes como la luz y la oscuridad, y su camino se cruzó en un momento crítico: cuando Luffy estaba al borde de perder a su hermano.
Todo comenzó con un batido de fresas derramado sobre la bata de Law, cuando Luffy chocó accidentalmente contra él. A pesar de su dolor y tristeza, Luffy le sonrió con calidez.
-Quiero que sonrías, sin forzarle -le había dicho un día mientras caminaban juntos, aunque ambos se esforzaban por ignorar la atracción que crecía entre ellos.
Esa simple frase marcó el inicio de un romance que Law consideraba imposible. Sus miedos, la diferencia de edad, sus personalidades opuestas y las exigencias de su trabajo parecían ser obstáculos insuperables.
Sin embargo, Luffy no era del tipo que se rendía fácilmente, especialmente cuando se trataba del hombre que había comenzado a ocupar su corazón.
-Eres mío. Y no voy a renunciar a ti -había afirmado con determinación.
A pesar de los innumerables desafíos que amenazaban su relación, para Luffy eran solo detalles sin importancia que podían ser superados.
Eran opuestos en muchos aspectos. Pero la felicidad de Luffy logró sacar a Law de su sombra, mientras que la frialdad del cirujano le enseñó a protegerse de aquellos que intentaban aprovecharse de su bondad.
No siempre era necesario enfocarse en lo negativo; a veces era mejor ver lo positivo. Y Luffy tenía una habilidad especial para hacer precisamente eso.