Si has estado enamorada, o enamorado, entonces sabrás de las grandes locuras que hacemos por amor. Habrás pasado por la desconfianza absoluta de todo de lo que te rodea, hasta confiar ciegamente en las palabras de tu ser amado. Habrás visto el mundo con total temor, hasta sentir una extrema seguridad cuando se posa a tu lado. Has llorado de risa, hasta acabar sin aire sollozando contra tu almohada. Has creído tenerlo todo, hasta que te es arrebatada su presencia. Si lo piensas bien, es mucho lo que atravesamos por amor, o aun peor, a lo que nos sometemos. Algunos te invitarán a su casa, a conocer a sus padres y a su familia. Él, me llevó a su infierno a conocer a sus demonios y charlar con sus miedos. Otros, te llevarán a su lugar preferido y te dedican una canción de amor. Él, me escondió en lo profundo de la oscuridad mientras susurraba blasfemias de Cupido cerca de mis oídos. La mayoría te contará las historias de su niñez. Él, me habló de sus cicatrices y heridas. Ya sé. No éramos comunes, pero era justamente eso lo que nos hacía invencibles. Era esa torcida peculiaridad la que nos llevó a través de los tupidos espinos de la muerte tantas veces. Era un amor diferente, peligroso... Podríamos decir incluso que, era ilegal. Era mortal, pero a veces también es divertido bañarse con la sangre que brota de la locura, mientras gotea de tus manos la noción del peligro, manchando el suelo de tu inocencia. Dejando una marca permanente y oscura sobre el tapiz de la perfección, una marca que poco a poco se iría expandiendo, hasta haber corrompido lo más genuino de tu ser.