Un día Casilda de la Rosa, una anciana pensionada, dueña de una casa de hospedaje, se encontró a un adolescente harapiento tirado en una calle a punto de morir, era una noche lluviosa y la gente que pasaba por allí, miraba al chico con indiferencia. Dispuesta a ayudar a aquel joven, lo había llevado hasta su casa, le regaló unos cuantos panecillos y una taza de chocolate caliente para alimentarlo. A partir de es día, Casilda, se había esmerado en criar al chico como si fuera su hijo, sin embargo, el joven de nombre Nicolai, era tan callado que era casi imposible saber su origen o el porqué se encontraba en un estado tan deplorable. Nicolai, de piel blanca como la porcelana y facciones tan hermosas pero a su vez tan aterradoras, venía huyendo de algo, de un pasado que no recordaba, mejor dicho, de un pasado que no quería recordar. Una mañana calurosa de verano, el joven lánguido se encontraba descansando, hasta que una pesadilla logró que su seca garganta produjera un grito tan fuerte que había despertado a la vieja casera. Aquella mañana, el muchacho había recordado algo, pero hubiera preferido no haberlo hecho.
1 part