15 de Abril del 2018
Cuando por fin sentí el aire entrar en mis pulmones, grité.
Grité como si mi cabeza no doliera, grité hasta que sentí toda la energía abandonar mi cuerpo.
Grité tanto que mi mal herido cuerpo se desplomó sobre el lago helado.
Quizás era tarde, quizás esa parte de mí ya había desaparecido para siempre.
O quizás la vida se había apiadado de mi por primera vez.
Tal vez, si hubiera sido consumida por el frío aquel día, si no hubiera despertado más tarde en aquel lugar, tal vez ahí habría salvado algo de ella.
Tal vez así ,podría volver a dormir tranquila. Podría fingir que nada había pasado, volver a mi cueva, hacerme una bola y desaparecer.
Puede que, en realidad, desde el segundo que el cristal rozó mi piel, supe que estaba hundida en el pozo de mierda, y probablemente no podría salir de ahí jamás.
Desde el segundo que la jaula cedió, y probé la libertad, supe que el castigo que la vida me impondría sería el triple de malo que el anterior. Y puede que lo mereciera después de todo.
Puede que así lo decretará ella, y si eso ocurría, mi final estaba cerca.