Algunos seres humanos no son más que manzanas podridas. Manzanas podridas imbuidas de pura maldad. Michael Myers es uno de ellos. No sentía remordimiento alguno por provocar dolor a los demás. Es más, disfrutaba con ello. Pero incluso el mero hecho de vivir puede ser duro para quienes tienen la mente abrumada por el terror. La diferencia está en cómo se enfrenta cada uno a esos problemas. En el caso de Michael, tenía que matar para encontrar algo de paz. Cuando le arrebató la vida a su hermana, la policía encontró a un niño callado, vestido de payaso, en la escena del crimen. Cuando alguien se encuentra con fuego no le echa gasolina. Pero eso es lo que hizo la policía, que no tenía ni idea de cómo afectaría al demonio que habitaba el cuerpo del niño. Enviar a Michael a una institución psiquiátrica fue un error. Las terapias infructuosas y los alaridos nocturnos solo consiguieron hacerlo más introvertido y perturbado. Todo el mundo esperaba que Michael Myers se quedase allí para siempre, olvidado y enterrado, como un error que se pudriría dentro de cuatro paredes. Pero cierto día... se escapó. En busca, de paz..... en busca...... de Laurie Strode...