En el comienzo, cuando el mundo era joven, en tiempos y épocas antiguos donde las personas y seres que habitaban su superficie jamás se juntaban, muchos temían a la oscuridad pero no por cobardes, las sombras que esta generaba y los sonidos distantes no era lo que espantaba a las personas ¡no! Lo que más las atemorizaba eran las criaturas capaces de camuflarse en ella.
En tiempos antiguos nuestro mundo era habitado por seis especies, dos de las cuales siempre estaban en constante guerra, estos eran los vampiros y lycans o común mente conocidos como hombres lobos; las otras especies aunque no amigas vivían de forma más llevadera alejadas las una de las otras, entre estas la más pacifica era la raza humana que en ese tiempo eran un solo pueblo y un solo reino, y ; aunque conscientes de los otros seres que los acompañaban en este vasto mundo, no les importó y nunca los buscaron o amenazaron, por el contrario les temían en la misma medida en que los respetaban y mantenían su distancia.
Una noche el cielo fue iluminado por estrellas que caían del cielo, un cielo nocturno espectacularmente iluminado por rayos de luces que lo atravesaban de un extremo al otro, dejando a unos aterrorizados, a otros maravillados y algunos cuantos intrigados por el significado de tan majestuoso espectáculo. Para sorpresa de muchos esto no causó ningún daño visible; pero nadie pudo anticipar jamás lo que pasaría después...
Samantha Rivera y María Victoria Arellano.
No tenían muchas cosas en común, sus edades eran distintas, sus maneras de caminar no coincidían y mucho menos la estatura. Nunca pensaban igual, tenían ideas muy diferentes y actitudes contrarias. María Victoria era dueña de si misma, Samantha era una chica insegura. Sus manos parecían ser hechas como piezas exactas para encajar una con otra, con los dedos entrelazados y mirando a la misma dirección.
Samantha era su pequeña.
Está historia no me pertenece, todos los derechos a su autor original.