“La vida puede ser una montaña rusa, y más si estás en la secundaria”. Pero Kaya Coleman es una excepción a esta suposición,según todo el mundo. Es la niña preferida y mimada de sus padres. Se lleva bien con absolutamente todo el mundo, conoce a la escuela entera y a casi todo el pueblo. Siempre demostrando lo santa e inocente que puede llegar a ser. Claro que todo eso cambia con la llegada de la noche, sin que nadie lo sepa. Él, al contrario, sigue al pie de la letra esa suposición. Es el capitán del equipo de fútbol americano y el clásico mujeriego. Yo lo describiría como un cliché. Lo único en lo que su pequeño y mal utilizado cerebro puede llegar a pensar es en sexo y en tener a la hermana de su mejor amigo, la “santita” del pueblo, entre sus sábanas y tal vez algo más. Cuando él se entera de su secreto no titubea ni un segundo en aprovecharse y ella, con tal de que nadie se entere de su “doble vida”, acepta hacer algo que en realidad jamás había pensado hacer: acostarse con él. Sentimientos nuevos, engaños, celos y atracción. Todo esto sucede cuando ellos dos están juntos. Puede ser que ella no sea la santa a la que todos conocen, pero se mantenía lo más alejada posible del Señor Problemas, para mantener su imagen y la paga de sus padres por hacerlo. Ambos quieren estar juntos, no están enamorados, porque eso es para idiotas, pero gracias a ella a duras penas hablaban cuando él aparecía en su casa. Si se acercaba a él, en su mente aparecían palabras y pensamientos impropios de una “dama”. Pero… ¿Quién diría que su profesor de matemáticas la pondría como su tutora? Los problemas que ella venía evitando desde hace tanto le llegarán, puesto que es él, Elliot Ackland.