Han Jisung entra en el concepto de omega perfecto, siempre lo ha sido o, al menos, es lo que siempre creció escuchando. Su cuerpo volviéndose en el deseo de todo alfa pues al estar tan bien proporcionado es imposible no querer arremeter contra él, aquella estrecha cintura era un sueño para todo quien pusiera un ojo sobre el omega más, sin embargo, es su carácter y personalidad algo hosca que lo vuelve todo un desafío o incluso, un completo rechazo para los mismos que anhelan poseerlo. A sus recién cumplidos 24 años entiende que ser un omega en una sociedad que remarca tanto la casta no sería fácil pero suficiente había tenido con su familia como para también aceptar ceder ante la mugre gente que no sumaba nada en su vida así que llenándose de un arrebato de adrenalina termina ante las puertas del apartamento de un amigo que no había visto hace un tiempo, con unas cuantas maletas y una sonrisa tímida; Kim Seungmin no le negaría la entrada, así no se hayan visto hace prácticamente seis años. Es así, como sin tener la menor idea, su vida terminaría dando un giro completamente inesperado al llegar a Seúl. Lee Minho era apenas dos años mayor que él, sin embargo, sería el encargado de guiarlo los primeros meses en la empresa que decidió darle una oportunidad de trabajo. Un alfa poseedor de ojos que parecían ser un pedazo de cielo que combinaban a la perfección con aquellas hebras grises que cubrían un poco su frente haciendo juego con aquella aura misteriosa, presencia imponente pero dulce con todos sin importar su casta. Solo bastó una noche para que ambos terminen conociéndose más, tanto, que Minho decidió mostrarle aquel lado que nadie más conocía de él, ni siquiera su familia o mejor amigo. -¿Qué dices Han-ah? -murmuró en su oído-. ¿Te animas a probarlo?