Et rubrum contubernium (El contubernio de los rojos)

Cuando Marco recibe la noticia de que han aceptado sus demandas de poner fin a su servicio en el ejército se siente que por fin podrá vivir su vida, sentirse al fin libre. A cambio, está obligado a participar en una misión diplomática para evitar una guerra contra la Liga Paneuropea, formada por veinte pueblos subyugados a Roma en el pasado, tras una rebelión astuta ya hace más de doscientos años que exilió a la mayoría de romanos y pro-romanos del planeta Tierra, repartiéndose entre ellos la máxima extensión alcanzada durante la época del Imperio. Pero ¿es realista que el actual gobierno, un gobierno nacido como una sociedad secreta tradicionalista en tiempos de la baja segunda república romana, deje a un activo valioso, capaz e implacable, que ha herido varias veces el orgullo de diversos senadores y patricios, irse con una misión relativamente simple? Marco bajará rápidamente de esa nube de felicidad cuando, poco a poco con su habitual suspicacia, descubra las verdaderas intenciones del gobierno de la Roma Martiana. Él plan es matarlo, a él y a otros de lealtad cuestionable, y aprovechar y maximizar la ganancias con sus muertes.

Marco, sabiéndose acorralado, recurrirá a su pasado, a la de su extraño origen legado por un padre ausente, presumiblemente muerto. Seguirá los pasos de su padre, ya sin escepticismo, porque poco cabe ese sentimiento en un hombre que se siente muerto, con un sueño roto. Hará un viaje por el espacio, dejando casi todo lo que ha sido el centro de su vida atrás, aferrándose a una idea alocada: Llegar a otra realidad donde el Imperio, a voluntad, se dividió en dos. Una realidad dónde empezar de cero, dónde nadie sabría qué clase de hombre era.

Volver a la realidad que lo vió nacer.