-Madre, ¿por qué ellos si pueden salir y yo no?, ¿por qué nosotras no?- susurré mientras escuchaba el sonido que siempre sonaba cuando "ellos" salían, salían por esa... ¿esa? ¿Por dónde ellos salían?, y... ¿a dónde iban?, ¿qué era eso?, era un misterio para mí saber que era eso, y que había después de eso. ¿Por qué siempre salían?, ¿por qué yo no puedo salir?- Yo también quiero salir madre. Quiero ver que hay después madre.
-Sabes que no podemos, lo sabes muy bien.- susurro ella de vuelta. Estaba y es, como dice madre -estrictamente- prohibido, hablar fuerte, o elevar la voz, o que simplemente ellos nos escuchen.-Sabes... sabemos que no podemos hacer lo que ellos hacen, son cosas de ellos, y nosotras tenemos cosas de nosotras.
...
Entonces... ¿por qué si yo no podía hablarles, madre si? ¿Por qué si yo no podía estar con ellos madre si?, la veía entrar todas las noches a la habitación con padre, ¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué yo no podía?, también quería hacer lo que hacía madre. No quería estar más como yo, quería ser como ella.
...
Pero... fue lo peor que pude pensar, fue lo peor que se me pudo pasar por la mente, querer hacer las cosas que hacía madre, o ser como madre...
Debemos de pensar bien las cosas que decimos o queremos.
Lady Frances Hess sabía que su estatus al ser la cuñada de lord Cholmondeley era algo que le daba ventaja en la región, por eso era tan presumida y arrogante que la mayoría de los caballeros la detestaban, lo que hacía que una propuesta matrimonial se convirtiera en una verdadera hazaña.
Robert Preston, marqués de Winchelsea, autoproclamado nómada había llegado a su próxima parada en Cheshire para conocer el condado y sus maravillas; sin embargo, acabó conociendo a la criatura más petulante de Inglaterra, aunque con un encanto que solo él podía percibir.
¿Sería posible que por fin deseara establecerse en ese condado solo para hacerle tragar su arrogancia a Frances o seguirá su camino dejando atrás a esa bella arpía?