Lucia Meller es mi vida, me enseño amar, me enseñó a adorarla, me mostró el mundo de forma diferente, le di todo lo que la vida me ofrecía, y se ha ido; se llevó mi vida, mi amor, dejándome el corazón y el alma hecha pedazos. Ahora me duele respirar, me duele amar, me duele la vida. La quiero, jamás podré volver amar a alguien como la ame a ella; la quiero de vuelta, la quiero conmigo, a mi lado donde pertenece; pero por más que la busco no la encuentro, es como si la vida me la hubiera arrebatado y eso me duele, ella me enseñó que se puede matar a un hombre, aunque se conserve la vida, sin embargo, me canse, no puedo llorar por alguien que no me quiere amar y aunque duele, hoy después de casi dos años le digo adiós a mi sirena; después de todo soy Gabriel Ziegermman.
Un año desde que me aparte de Gabriel y mi vida dio un giro de ciento ochenta grados, amar a ese hombre es lo mejor que me ha pasado en la vida, a él le debo el hecho que hoy esté viva y tener a mi lado a mi mayor tesoro, él me enseñó que lo que se desea con el alma se obtiene, pero también me enseñó que amar duele, que su amor duele, a él le debo el dolor más grande, porque dejo de amarme, no fui suficiente para él, me enseñó que su madre, su exnovia y su destino no están conmigo, y aun así lo quiero de vuelta, sé que sus prioridades cambiaron; yo solo pedía una verdad sin embargo él prefirió engañarme y dejarme. Lo quiero olvidar y lo quiero conmigo, aunque no se lo merezca, pero como hago si amar ese hombre es mi arte. Ahora estoy de vuelta y lo único que quiero es tenerlo a kilómetros de distancia, porque me enseñó que yo también tengo derecho a cambiar mis prioridades
Todo parecía estar en su lugar hasta que la vida me demostró que aún podía ser más cruel conmigo. Durante años me convencí de que mi fortaleza radicaba en no mostrar debilidad, en esconder mis emociones bajo capas de indiferencia. Pero cuando Patricio apareció en ese restaurante, todo lo que había construido se hizo pedazos, dejando una cicatriz mucho más profunda que la que ya llevaba en el pecho.
Viví detrás de una mentira descomunalmente grande, aprendí de mi mamá que lo único en lo que debía confiar era en mi desconfianza. Y Patricio, el hombre que entró en nuestras vidas como "el novio de mi mamá", resultó ser la última prueba de esa amarga lección.
El tipo que me había dicho que estaba enamorado de mí un día, al siguiente le pidió casamiento a mi mamá, como si nada hubiera pasado. Y entonces, me fui.
Fue un golpe tan certero que todo lo que conocía se desintegró. No sabía cómo quedarme sin romperme por completo, así que desaparecí. Me tomó meses entender lo que me había pasado y no hablaba únicamente de lo que Patricio había significado o lo que mi mamá me había hecho. No, todo era mucho más complicado cuando me sentaba a analizar el derrumbe que fue mi vida.
A pesar de todo, algo dentro de mí me dijo que esto no iba a ser el final. Aunque el dolor era inmenso, me fui con la promesa de que volvería, que me levantaría nuevamente, aunque fuera con las manos temblorosas y el corazón hecho mierda.
Porque al final, no somos lo que queda, somos lo que hacemos con los pedazos que quedan.