Prefacio. Primavera: maldita estación que lo único que hace es recordarme a ella... Camino firme hasta la entrada del dichoso lugar que no hace más que demoler cada uno de los cimientos que construí durante todos estos años. Pero no culpo al lugar, ni a su inevitable aura de añoranza y nostalgia. Me gustaría decir que culpo al universo por haberla cruzado en mi camino, pero tampoco sería justo. Y no me culpo a mí, no soy el responsable de que ella haya sido de gran influencia en mi vida. Solamente me queda culparla a ella; culparla porque con solo mirarme a los ojos me transmitía paz; culparla por su jodida sonrisa que reparaba todo. Pero no puedo culparla a ella tampoco... eso sería imposible. Subo las escaleras de cemento frío que fueron hechas hace vaya a saber Dios cuantos años atrás, por donde han caminado miles de personas. Por donde ha caminado ella. Intento no desviarme de la línea recta por donde ella subió una vez; y lo hago por mero masoquismo, claro, por ese bendito afán de quizás, tan solo quizás, pisar esa huella que ella dejó aquí, en este material solido, gris y frio. Porque ella es alguien que deja marcas. Que deja huellas. Que te hacen ver más allá de solamente cemento. Que te eclipsa. - Espero no haber llegado tarde. Yo creo que sí.
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