Lo miré con los ojos rojos, llenos de lágrimas, traté de no parpadear, para que no cayeran las lágrimas, pero de nada sirvió. Mí cara estaba empapada. Le eché un último vistazo, y giré sobre mí propio eje para salir caminando rápido de ese maldito patio, dónde había empezado todo.
Una parte de mí deseaba no volver a verlo. Pero otra, mayoritariamente, quería correr hacia él. Decirle que dejase todas las idioteces en el pasado, y volver a empezar. Pero no pasó. Tan solo me fui a mí casa, con las palabras en mí boca, y las iluciones en mí