Caer... Tenemos ese concepto tan mal acostumbrado que, cuando nos toca aceptarlo, simplemente no sabemos cómo. Y el golpe es aún más fuerte. Porque mientras más demores en levantarte a sanarlo, más profundo se va haciendo.
¿Cuesta? Podría decir que no. Que solo te lo propones y ya está, se va. Con solo acostumbrarnos a ese dolor enseguida se irá. Pero claramente no es así. Por supuesto que cuesta. Claro que lo hace. Sin embargo de algo sirve. ¿No es así....? ¿No se supone que con esa caída aprendes a levantarte y a seguir a delante? Pero entonces....¿por qué es tan difícil? Dicen que cuando lo es vale la pena pero, cada lagrima derramada, cada grito y sentimiento de que te vas cayendo y ya no sabes de que lugar agarrarte, de en que piedra apoyarte para continuar escalando pero, tener miedo de terminar tropezando con ella, cada..., cada vez que minimizas ese dolor que sientes, todos esos episodios en los cuales pierdes los motivos para seguir pero por ninguna razón en concreto decides hacerlo, todo... todo eso, ¿vale la pena?
----------------------------------------------------------------------------------------------------
Imagina que un día decides volver al país del que te fuiste a tus 14 años, por el simple hecho de extrañar a tu mejor amiga que, para tu mala o buena suerte, resulta ser una chica que ama ir de fiestas y liarla muchísimo. Pero a pesar de los años que han pasado, su amistad sigue siendo igual de especial.
Pero como la vida no siempre está a tu favor -es decir nunca-, te encuentras en la situación de un inesperado reencuentro con personas de tu pasado las cuales, no te hace ninguna gracia ver.
Genial. Porque esto es una realidad para Alicia.
¿Podrá ella, fácilmente, superar ese pasado que al volver comenzará a atormentarla?
Yo tenía diecisiete años y una vida perfecta. Un futuro brillante. Un amor infinito. Hasta que Matt, mi novio, decidió irse... y arrastró mi mundo con él.
Desde entonces, respirar dolía. Vivir dolía. Y nada -ni el alcohol, ni las pastillas, ni las fiestas- lograba silenciar el grito que dejó su ausencia.
Estaba decidida a desaparecer. Pero entonces apareció Liam, con su mirada tranquila, su torpeza inoportuna... y una manía insólita por salvarme justo antes de caer.
Él no vino a rescatarme. Vino a quedarse en medio del desastre.
Y aunque nadie podía protegerme de mí misma, hay batallas que no se luchan solo con los puños. A veces, se pelean con abrazos, con promesas, con canciones. Con fe.
Esta no es una típica historia romántica en la que el amor todo lo puede y todo lo cura. Es una historia de duelo. De caída libre.
Y de una chica que intenta, con lo que le queda, elegir vivir.
Y, tal vez, volver a amar.