En el vasto lienzo de la existencia, nuestras vidas se entrelazaron en un momento fugaz que dejó una huella imborrable en mi ser. De todas las cosas que pudimos haber hecho, jamás nos aventuramos por los senderos que anhelaba recorrer. Nos conformamos con lo cómodo, con lo seguro, sin explorar los límites de nuestras pasiones y deseos más profundos. No puedo negar que lo nuestro tuvo su encanto, momentos llenos de risas y complicidades que se grabaron en mi memoria. Sin embargo, una sombra creció. Era la conciencia de lo que nunca llegó a ser, la certeza de que estábamos destinados a más pero nos conformamos con menos. En medio de todo esto, la utopía se alza como un faro en la oscuridad. Es el sueño de un amor trascendental, donde las almas convergen en una danza perfecta y los anhelos más profundos encuentran su realización. En esa utopía, nuestros corazones laten al unísono y nuestros sueños se entrelazan en un abrazo eterno. Pero esa utopía, por desgracia, sigue siendo un sueño lejano. No puedo evitar preguntarme qué hubiera sucedido si hubiéramos tenido el coraje de perseguir nuestros sueños juntos. Si hubiéramos dejado atrás los miedos y las dudas para aventurarnos en lo desconocido. Así que hoy, mientras miro hacia el horizonte en busca de respuestas, decido soltar las cadenas del pasado y abrazar el presente con valentía. Porque aunque no pudimos ser lo que imaginé, siempre habrá una parte de mí que anhela esa utopía inalcanzable. Y quién sabe, tal vez en algún lugar del tiempo y el espacio, nuestros caminos se vuelvan a cruzar y podamos finalmente explorar todo aquello que nunca fuimos. Mi vida era tranquila y estable, sin complicaciones ni sobresaltos. Estaba satisfecho con mi rutina y mis proyectos personales. Pero un día, de la nada, regresas. Mi amor de la infancia, esa persona que una vez me hizo soñar y suspirar. Sin embargo, en lugar de alegrarme, me lleno de incertidumbre y confusión. ¿Podre resistir al caos
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