Cuando me acosté con un deportista sin rostro en la adolescencia, no pensé que me quedaría embarazado. Tampoco pensé que perdería a ese niño. Varios años después, me entero de que mi hijo está vivo y me dan una segunda oportunidad. Sin embargo, hay un problema. El deportista sin rostro ya no lo es tanto. Tiene un nombre que todos temen: Min Yoongi. Un bastardo despiadado. Un demonio sin corazón. Y lo más importante, el padre de mi hijo.