La historia que voy a contar es personal. Es la historia de un secreto que hasta hoy he mantenido oculto. Los hechos se desarrollaron en Jerusalén, a donde una visita de trabajo me llevó un par de semanas. Me hospedé en un hotel céntrico. Aún recuerdo el tacto de la rosada piedra caliza en sus muros, su inspiración asiria y fenicia, y su presencia rectangular. Los motivos laborales que me llevaron a Tierra Santa no son relevantes, lo destacable sucedió en mi tiempo libre, concretamente durante mis paseos matinales.