-Déjame cuidar de ti, Akyr... -susurró de manera baja acariciando su mejilla mientras lo miraba fijamente a los ojos-. -No necesito que cuides de mi... Yo quiero cuidar de ti. Ya me quitaron mi familia una vez, no voy a dejar que me la arrebaten de nuevo -besó su frente abrazándolo de la cintura mientras lo apegaba más a él, todo lo que mas podía, llevando una de sus manos al su vientre del menor-. Tenía miedo. Nunca había reconocido ese tipo de sentimientos; miedo, inseguridad... Amor, anhelo. Desde aquel llamado del rey todas sus alertas se habían encendido, no podía cometer ningún error. Tenía que volver. -No me vas a perder, Akyr... Estoy aquí, estamos aquí para ti. Ahora y siempre, los dioses así lo quisieron, alfa mimado -sonrió suave dejando ligeros besos en su mentón y labios-. Sus ojos se posaron en los suyos mientras sus manos se dirigían a su quijada, comenzando a acariciar sus mejillas con sus asperos pulgares siendo lo más delicado que podía. Aquel chico era su adoración, lo único que tenía en su jodida vida llena de mierda; le había dado todo y le enseñó lo poco que tenía, no permitiría que se lo arrebataran. -No sé que nos deparan los dioses para nuestro futuro, pero juro que tendrán que pasar por encima de mi frío cadáver antes de poder tocarte siquiera un jodido pelo -su mano presionó suave su cuello dejando expuesto su rostro, dejó un beso largo sobre sus labios mientras respiraba su aroma- Estas aquí... Siendo mi fuerza... Y yo seré tu pilar, uno al que nunca van a poder derrumbar -. Sus cuerpos se estrecharon, queriendo fundirse el uno en el otro, ambos sabían que el camino juntos podía tener algunos obstáculos, pero ese era su destino.
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