Para Adrián tener un vínculo amoroso con un hombre, solo servía para cumplir tres objetivos fundamentales en su vida: dinero, poder y sexo. La vida le enseñaría con crueldad que el amor no era más que un invento con efecto dopante. Se consideraba inmune a este engaño, pero algo cambió a sus veinticinco y quien menos pensaba sería capaz de hacerle tambalear sus ideas sobre el amor ¿Acaso volvía a creer? Un corto narrado en primera persona nos relata esta historia.