En el septiembre de 1939, en muchos lugares del mundo, había miles de familias sin hogar, la familia Abarte no era una excepción. Sarah, una señora mayor, que cuidaba a sus nietos tras la pérdida del resto de su familia. Liam, un chico de doce años, con gustos que cualquier niño tendría a esa edad. Y Carolina, una pequeña niña de siete, lamentablemente, a comparación de su hermano, no tenía alguna amiga, o un gusto en especial, pero ya era de costumbre, que la niña saliera a ver el cielo y las flores.
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