
El tío que estaba sentado a mi lado en el sofá estaba empezando a cansarme, ya que no paraba de contarme su puta vida. - ¿Sabes? El otro día cuando estaba buscando a mi gato Cojoncio... - le interrumpí. - Mira... me importa una mierda tu maldito gato Cojoncio. Lo que tienes de guapo, lo tienes de pesado, así que me las piro porque me la estás pegando buena. Me levanté del sofá bruscamente y, cuando dirigí mi mirada hacia el sujeto, me estaba mirando con la boca abierta. Sonreí irónicamente y le tiré la cerveza por encima. El líquido empezó a chorrearle a lo largo del cuello y su camiseta se empezó a empapar. Me empecé a descojonar. - ¡Hija de puta! Me dijo con rabia. Se levantó de golpe e intentó acercarse, pero yo que esto ya lo veía venir, salí por patas del salón. Emprendí una táctica de huida, que consistía en correr como alma que lleva el diablo mientras saltaba a los miles de borrachos que había en el suelo, como si fueran campos de minas. Giré la cabeza y le lancé un beso al chapas del sofá. Justo cuando volví mi vista hacia el frente y salía por la puerta que daba al inmenso jardín de la casa de Carlos, un armario empotrado de acero se chocó contra mí derramando toda la bebida que tenía en su vaso sobre mi camiseta de gasa blanca. Le miré con cara de odio. - ¿Eres gilipo...? De repente estábamos los dos en el suelo, yo encima de su musculoso cuerpo, mientras éramos aplastados por un elefante. -¿Ibas a alguna parte preciosa? Miré sobre mi hombro y me encontré con la sonrisa burlona del chapas del sofá. Lo miré con horror, no me salían las palabras, al final mi táctica de huida no había funcionado.All Rights Reserved
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