La mirada dorada como los rayos del sol se mantiene fijada en la figura sentada a unos cuantos metros de la barra. Bébelo, bébelo. Se repite una y otra vez mentalmente. Sus puños se presionan con fuerza contra el pañuelo que sostiene entre sus manos. Debería estar limpiando la zona y preparando las bebidas de los demás clientes; sin embargo, la imagen frente a él lo embriaga sin necesidad de una gota de alcohol. El desliz de la cerveza de la gran taza transparente hacia la boca, la manera en como la manzana de adán se balancea y el modo en como unas gotas traviesas se desvían por la comisura de los labios dejando un rastro brillante. Oh, Lan WangJi está enloqueciendo. Con una sonrisa casi inexistente para la vista de los demás, deja escapar un largo suspiro. Consigue respira de nueva cuenta y vuelve a sus labores. Su objetivo se ha concretado satisfactoriamente, una vez más. Ha perdido la cuenta de las veces que lo ha logrado, no obstante, para él ya es un hábito. Un atrayente y discreto habito. El mercader, como todos los días, ingresaba por las puertas de la taberna, causando el resuene de las bisagras. Lan WangJi, educadamente y con el semblante inexpresivo, servía la orden en la mesa ya habitual, junto a la ventana. Wei Wuxian le ofrecería la mejor de las sonrisas, sin percibir la mezcla de la cerveza con unos toques florales. Nadie podía culpar a Lan WangJi, no después de sentirse atraído por aquel hombre. Si era necesario de más de sus flores dentro de la taza de cerveza, en el pastel de higo, en pan de cebada o las sopas con una gran cantidad de pimienta que consumía en ciertas ocasiones, él no sentiría ningún toque de arrepentimiento por colocárselo. Los personajes no me pertenecen, son completamente de propiedad de MXTX.