La mujer Raquel que tenía cincuenta y dos años, es envenenada por su hija Antonia, quien ambicionaba quedarse con el dinero de su madre tenía.
Ya muerta, Raquel, es llevada ante un estrado, en donde será enjuiciada por la santa muerte, como a todas las personas, que esperan en ese lugar.
Aquí la mujer hablará de sus recuerdos, para poder saber si es culpable o inocente de la vida que ella llevo.
Raquel cuenta de cómo su padre Rodrigo, un borracho desobligado, como varias veces intentó abusar sexualmente de ella, cuando solo era una niña, y como su madre Eva Rivas de León, trataba de defenderla, sufriendo ambas mujeres
entre golpes e insultos cada día.
Raquel, cuenta, que su madre fue puesta en la cárcel, dejándola al cuidado de su tío Ramón, que era hermano de Rodrigo, y al tenerla para él, intentó violarla junto con su esposa Araceli, que le gustaban las mujeres, la golpeó con un cinturón, para que ella rogara acariciarle su cuerpo, sufriendo de abusos y golpes entre lágrimas y dolor.
Así que Raquel a cómo puede, se escapa de su propia casa, llevándose con ella un dinero que su padre ahorraba, para poder sobrevivir, pero, ya en la calle, una mujer policía ve a la niña sola, y se la lleva en su patrulla, quitándole su dinero, manoseándola y amenazándola con meterla en la cárcel, dejándola golpeada y sin su dinero a mitad de ningún lado.
Para la tarde, Raquel no tiene a donde ir, ni que comer, todavía doliéndole su piel de los golpes que le dio su tío Ramón,
por no dejarse manosear como él quería, ahí esa noche conoce a Erika Romero Rodríguez, de diecinueve años, y es cuando Raquel, se acerca a ella, y platican lo que le ha pasado, Erika
llora al enterarse de lo que le han hecho a la pequeña Raquel, y hace el problema personal.
Sí, Erika era una narcotraficante, y aquí es donde la verdadera historia comienza,
al grado, que Raquel, con un arma, comienza a vengarse de los que la han hecho sufrir, creciendo entre asesinos y en