A veces pienso en lo triste de esa mañana. A veces pienso en lo terrible de esa mañana, en lo desolador que un día común puede verse como karma. En el reflejo del charco de la calle, no muy desolada para ser 12 de Octubre, donde esa mirada ácida me distrajo del pensamiento anterior, y automáticamente tuve que ver su rostro serio y perturbador.
Quizá sea el destino, o no, pero no se decir que fue lo peor que me pasó aquella mañana en la que me miró.
Era 12 de Octubre, hacía un frío descomunal para la época en esta parte de Sudamérica. Feriado, pero aún así se veía movimiento en el centro, no lo habitual pero si más de lo normal para la fecha, el cielo pintado de gris y la luna aún se dejaba ver aunque ya era tarde, caminaba hasta el subterráneo con mucho apuro, apuro por volver a casa y tomarme el resto del día. Bajaba a los saltos las escaleras, el Subterráneo estaba por partir, la formación era extraña pero en el apuro no preste demasiada atención, era el único en el vagón, le reste.